jueves, 10 de junio de 2010

Cosas que me pasaron hoy y que probablemente sólo me importen a mi. Versión 2.0

Hoy he leído la entrada de Hector en su blog personal titulada Cosas que me pasaron hoy y que probablemente sólo me importen a mi. Al leerlo me ha traído recuerdos de mi estancia en Japón, de lo diferentes que somos en muchas cosas y he decidido hacer una redacción de cómo habría sido ese día de haber ocurrido en Sevilla. Recomiendo leer primero su entrada y luego la mía para apreciar las sutiles diferencias entre ambas:

Hoy tenía que hacer papeles en el ayuntamiento de Sevilla, así que madrugué para ir pronto y quitarme los trámites de encima. Ducha, desayuno, salgo a la calle, Sol, cielo azul, 25º, no está mal para ser… ¡las 8 de la mañana! Bordeo el Parque María Luisa con la bicicleta, impensable hace 10 años, esquivando un atasco. Veo a Juan y Medio metido en un coche, pienso que le queda más de una hora de atasco hasta llegar a la Canal Sur, a las afueras de la ciudad. Por fin llego al ayuntamiento, aparco la bici. Vaya, son las 8.30h y el Ayuntamiento no abre hasta las 9h así que a esperar toca. Sobre las 8.45h empieza a llegar gente, alguna se pone ordenadamente en la cola improvisada en el exterior del edificio. Otros, haciendo uso de la picaresca, intentan colarse haciéndose los distraídos. Después de invitar a un par de listos a ponerse al final de la cola llegan las 9h pero nadie abre. Se oye algo de movimiento en el interior pero las puertas siguen cerradas. Por fin a las 9.05h un conserje, con mala cara, abre las puertas para facilitarnos el acceso. Tomamos numero para ser atendidos en el orden dispuesto de la cola, solo tengo a tres por delante mía no creo que sea mucho…… ¡error! De los dos funcionarios dispuestos para ayudar solo hay uno, el otro parece estar de baja. La primera de las personas no ha traido los papeles rellenos, la segunda se ha equivocado con el impreso y la tercera se olvidó el DNI en casa. Después de un sinfín de contrariedades por fin me toca. El operario revisa la documentación. Me comenta que me falta un impreso que debo rellenar y presentar en otra oficina a varios kilómetros del centro y que es necesario para finalizar los trámites, además de abonar las tasas por las gestiones en una entidad financiera específica. Le pregunto si puedo realizar el trámite por Internet mediante certificado digital o DNI electrónico y me mira como si fuera un marciano. Consigo salir del Ayuntamiento sobre las 9h. Veo a lo lejos al alcalde rodeado de un grupo de periodistas. Parece que están inaugurando algo. Llamo a mi jefe para comentarle que estoy de papeleos y que seguramente llegue algo tarde. Una voz contundente sale del altavoz de mi móvil informándome que mi actitud es poco profesional, pero haciendo uso de otras palabras menos amables. Yo alejo mi oreja del aparato para evitar una perforación de tímpano mientras mi jefe se descarga a gusto. Después de calmarse un poco, vuelvo a hablar con él comentándole que intentaré llegar lo antes posible. Él me informa que tenemos reunión con un cliente importante a las 12h a la que no puedo faltar, le digo que no espero tener problemas para llegar y antes de que termine la frase mi jefe cuelga con contundencia. Cojo mi bici y me dirijo a la instalación donde debo completar mi papeleo. El trayecto es de unos 2Km. A mitad del camino se termina el carril bici por lo que tengo que ir por la calle con el resto de vehículos. Un coche se salta un semáforo y tengo que frenar bruscamente para evitar entrar como firme candidato a los premios Darwin. El conductor, desde dentro del vehículo, me recrimina verbal y gesticularmente mi acción. Yo pienso – ¿pero si el que iba correctamente era yo? Al llegar finalmente al lugar no hay dónde aparcar la bici correctamente. La dejo de forma provisional encadenada en una farola. Ya que el barrio me inspira poca confianza, le quito el sillín y lo llevo conmigo (super cómodo oye). Llego al lugar, son las 9.45h. El sitio está atestado. Me muevo entre la gente hasta llegar al mostrador de información para preguntar por el lugar donde finalizar mis trámites. La chica de información me ignora. Alzo un poco la voz al pensar que no me ha escuchado bien a lo que responde con una mirada asesina y una voz chirriante indicándome que está ocupada. Espero pacientemente unos minutos a que me atienda. Después de llevarse un rato tecleando, se digna a ofrecerme algo de atención y me informa que debo ir al fondo de la estancia, segunda ventanilla y que ahí coja número. Adicionalmente me comenta que al llegar algo tarde (también abren a las nueve y son ya casi menos diez) seguramente tenga que esperar ‘un poco’ a ser atendido. Le agradezco su tiempo y me dirijo hacia mi destino. Al llegar la sala está con bastante gente, cojo número: el 38. Revisando por encima en la sala veo no más de 20 personas con lo que ingenuamente pienso ‘esto va rápido, en unos 20 minutos me tocará a mí’. El marcador luminoso me devuelve a la realidad ¡van por el 12! Tomo asiento, esto va para largo. El tiempo va pasando, la gente desfila por la ventanilla, algunos de los número llamados no aparecen (¿para qué cogerá número la gente si luego no va a esperar a ser atendidos?). Me distraigo jugando con el móvil, el tiempo pasa… y pasa…. Por fin me llaman, solo son las 11 de la mañana. Me arrastro hasta la ventanilla. Pregunto por qué tanta demora y me informa que su compañero está de baja y solo hay una persona atendiendo todas las solicitudes, ¿cómo no pude imaginarlo? Le informo del trámite que deseo realizar. El tipo de la ventanilla me mira con cara rara, va dentro, consulta con un colega, consulta con otro colega, vuelve a la ventanilla y tramita los papeles. Me informa que debo abonar los costes en la sucursal bancaria específica, le comento que ya lo conocía y que iba a realizarlo ahora mismo. Salgo del edificio solo son las…. 11.10h de la mañana. Voy a coger la bici y veo que me la han llenado de pegatinas de ‘aparcamiento indebido’. Además me han robado el reflectante trasero… mal dolor de vientre le dé al hijo pu…… Llamo a mi jefe para comentarle que debido a los contratiempos en los trámites me va a ser imposible llegar antes de las 12h. Entra en cólera, empieza a usar calificativos poco cariñosos hacia mi persona y familiares cercanos. Cuelga de malas formas amenazándome que mi actitud puede tener ‘consecuencias’ en mi futuro en la empresa. Monto en mi bici y me dirijo al banco. Al entrar otra cola, esta por lo menos va sin número y por delante de mí solo hay 4 personas. Pago por fin, salgo a la calle y el Sol de medio día cae sobre mi ¿cómo puede hacer 32 grados a las 12 de la mañana? Vuelvo a subir en mi bici y sudando me dirijo al trabajo. Llego a las 12.30h y encuentro a mi jefe con cara de pocos amigos y me comenta que el cliente aun no ha llegado. Al fin la impuntualidad española juega a mi favor.

Al salir los compañeros de trabajo vamos a un bar cercano a tomar unas cañas. Es sin duda el mejor momento del día. La rubia que nunca falla consigue alegrarme por fin un poco. Mi jefe es el típico niño de papa que en la vida le ha faltado nada y que está ahí porque alguien de arriba decidió que estaba capacitado para ello. Y eso tiene poco que ver con sus estudios, formación y capacidades intelectuales. Tiene más que ver con sus capacidades relacionales, vamos, por ser ‘hijo de’. Mi jefe hoy ha decidido autoinvitarse y pide una cerveza mientras comenta en voz alta – ésta la pagas tú por llegar tarde y casi estropear la reunión – Yo pienso – claro, con el sueldo de mileurista que me pagas no voy a tener problema para invitarte a ti y a tu pu…. – decido tomar un trago de cerveza. Luego añade – Y las horas que has faltado esta mañana, me las tienes que recuperar por las tardes, ¿eh? – Yo….. decido tomar otro trago de cerveza.

Por la tarde, después de echar alguna que otra hora extra, voy al gimnasio. Allí me encuentro una chica y su ‘proyecto de hombre’. El parece estar patrocinado por Nike y ella viste apretadas mallas color rosa que dañan la retina si las miras fijamente durante más de 5 segundos. El chico, con menos carne que un guiso de alambre, se pavonea ante su ‘churri’ realizando una sesión de pesas que claramente excede su capacidad muscular. Ella lo observa con admiración mientras intercalan miradas más propias de un bar de carretera de segunda. Terminé mi ronda de ejercicios y salí rumbo al Mercadona para hacer la compra de la semana. No había algunos de los productos que suelo comprar. La cajera se equivocó al devolverme el cambio y al reclamarlo me miró como si fuera un delincuente. Al salir del supermercado rumbo a casa me crucé a los dos ‘churris’ del gimnasio, ella abrazada a él, él agarrando con fuerza una de las nalgas de ella. Los dos me miraron un segundo y alzaron la vista al pasar junto a mí esgrimiendo una sonrisa con aires de superioridad.

No sé por qué hoy, después de muchos años, sentí por primera vez que en una ciudad como Sevilla también puedo sentirme como si estuviera un pequeño pueblo……. Creo que hoy voy a acostarme pronto.